Actitudes para la Meditación

Las principales “actitudes personales” que facilitan la meditación formal que practicamos en Mindfulness son: aceptación, soltar, no juzgar, confianza, curiosidad, distensión, paciencia y compasión. Cuando las conozcas en profundidad, puede que estés de acuerdo en que además de ser esenciales para disfrutar de una meditación enriquecedora y plena, son actitudes muy útiles para guiarte en tu vida cotidiana. Mantener estas actitudes presentes es la mejor opción para no estar en “modo automático”, por muy complicada que se presente la jornada.

Aceptación: Se trata de reconocer la realidad tal cual es. No evitarla o rehuirla, sino permanecer con ella. Aceptarla, es una suerte de rendición momentánea, es reconocer que ahora las cosas son así. Al aceptar, aflojamos la tensión y convertimos aquello que nos resulta incómodo en un nuevo punto de partida, un espacio sobre el que comenzar a cambiar las cosas, si es lo que queremos.

Cuando meditamos, a veces nos asaltan pensamientos desagradables o tristes, sensaciones de incomodidad y/o de dolor, pues bien, aceptar, significa no luchar contra aquello que está viniendo a mi mente. Aceptamos lo que viene en este momento y nos mantenemos atentos sin engancharnos a esa idea o sensación.

Soltar: Muy ligada a la actitud anterior, soltar es desligarse de aquello a lo que nos aferramos inconscientemente: preocupaciones, expectativas, deseos, sufrimientos, etc. Es dejar que venga aquello que tenga que venir, y permitir que se vaya en cuanto haya hecho lo que tiene que hacer. Puede ser un recuerdo agradable o desagradable pero, en cualquiera de los dos casos, suelto y no me aferro. Renuncio a todo control de mis pensamientos y permito que vaya y venga cualquier visión.

No juzgar: Nuestro cerebro tiende a estar constantemente juzgando, analizando, etiquetando y clasificando todo. Esta actividad mental nos permite manejarnos en la vida, pero cuando no tiene una finalidad específica, la mente analítica es un obstáculo para acceder a la experiencia directa de vivir el momento presente. Por ello tratamos durante la meditación de no valorar el tipo de experiencia. Sea cual sea esta, la damos por adecuada y no entramos a juzgarla.

Confianza: Conforme vamos avanzando en la meditación, nos damos cuenta de que vamos teniendo mayor confianza en nuestro propio criterio y en nuestra capacidad para conocer y comprender todo lo que pasa en nuestro interior y a nuestro alrededor. Confiar es también asumir que todo tiene un porqué y un para qué. Todo pasa por algo, aunque no siempre lo entendamos, y de todo podemos aprender algo.

Mente de principiante: Se trata de una cualidad muy potente que nos permite acceder a la experiencia presente con la curiosidad y la apertura mental de aquella persona que observa algo por primera vez. Darnos la oportunidad de observar y experimentar “por primera vez” aquello que se presenta en este momento, nos permite tener la frescura de un niño y no basarnos en la experiencia previa que nos condiciona.

Distensión: Durante la meditación no es preciso emplear energía o esforzarse por cambiar lo que aparece. Como ya decíamos más arriba, se trata de permitir que suceda lo que está sucediendo tal cual, sin oponer resistencia.   

Paciencia: La expectativa de tener una “buena meditación” nos presiona y nos impide justamente eso, tenerla, por eso debemos ser pacientes. Con el tiempo y la práctica, estaremos más satisfechos de nuestras sesiones de meditación. Del mismo modo, en los primeros minutos del tiempo de meditación, puede que nuestra mente sea un torbellino de ideas complicado de acallar, pero si somos pacientes, comprobaremos como poco a poco vamos alcanzando un estado de mayor paz. Es como un vaso de agua turbia, que cuando lo dejas reposar, finalmente todas las partículas en suspensión terminan por depositarse en el fondo y el agua aparece limpia y clara a nuestros ojos.

Compasión: Es importante que nos pongamos a meditar con una actitud cordial y compasiva hacia toda experiencia. Ya sea exterior o interior, cualquiera que sea está ahí por algo, así pues, seamos compasivos con nosotros mismos y sintamos respeto y amor por toda la experiencia meditativa en su conjunto, independientemente de que haya momentos que nos resulten más o menos agradables.

Por DAVID HERVÁS SANZ