La práctica de Mindfulness, que en español se ha venido traduciendo como Atención Plena o Conciencia Plena, tiene su origen en los trabajos para la reducción del estrés desarrollados por el médico estadounidense Jon Kabat-Zinn, el cual estudió durante años algunas de las tradiciones filosóficas orientales más importantes como el Zen, el Budismo o el Yoga. Kabat-Zinn desarrollo un sistema de Reducción del Estrés Basado en la Atención Plena, REBAP (también conocido por sus siglas en inglés como MBSR) y demostró los beneficios que reportaba a la salud de sus pacientes la práctica meditativa sin necesidad de que estuviera asociada a ninguna corriente religiosa o espiritual concreta.
Posteriormente otros médicos han demostrado la capacidad de la práctica de Mindfulness para reducir la ansiedad, la tensión arterial, los riesgos de infarto de miocardio y de accidente cerebrovascular.
Diversos estudios psicológicos han señalado en repetidas ocasiones su influencia positiva en el estado anímico, el sentimiento de bienestar general de las personas y la mejora de los niveles de autocontrol y la capacidad de adecuar nuestras respuestas a lo que sucede a nuestro alrededor.
Por su parte, desde las neurociencias se viene comprobando que la práctica de la atención plena estimula la neuroplasticidad, esto es, la capacidad de crear nuevas conexiones neuronales, lo que significa que podemos aprender y cambiar hábitos de pensamiento de forma premeditada independientemente de nuestra edad.
Por último, en el campo de la genética molecular se ha llegado a la conclusión de que la práctica mindfulness estimula la telomerasa, una enzima presente en células germinales (células madre y embrionarias), que permite el alargamiento de los telómeros. A mayor longitud de estas partes finales de los cromosomas más lento se vuelve el proceso degenerativo asociado al envejecimiento celular.
Por DAVID HERVÁS SANZ