Aprender a escuchar

Pasamos gran parte del día comunicándonos con los compañeros de trabajo, con el dependiente del súper o con nuestra pareja. Conversamos con una persona mientras lo hacemos con varias más a través del móvil o del ordenador, y a menudo no somos conscientes ni de lo que estamos diciendo. A veces nos cuesta encontrar tiempo para escuchar lo que alguien tiene que decirnos. Intercambiamos información como autómatas. Mantenemos conversaciones superfluas con gente por la que no tenemos el mayor interés y sonreímos mientras interiormente nos sentimos vacíos. Todas estas conductas nos son demasiado familiares hoy en día.

Escuchar con atención plena, es fundamental para lograr una verdadera comunicación y va más allá de las técnicas de escucha activa al uso. Para empezar deberemos situarnos en el modo “presencia”, atentos a los estímulos externos y a los internos, suspendiendo nuestros juicios, interpretaciones y suposiciones. Desde ahí, accedemos al modo “sintonía” para profundizar en las palabras, los gestos y los silencios de aquella persona que se dirige a nosotros, así seremos capaces de acceder al lugar del que brotan esas palabras. Respetar tanto las palabras como los silencios, permite que las personas se expresen conectando con su propia coherencia cardíaca. Pocas cosas hay tan molestas como que no se respeten nuestras pausas o silencios y nos corten o completen las frases.

Conforme vamos avanzando en el arte de la escucha, comprobamos que a menudo no oímos sino el ruido mental que se genera en nuestro interior en respuesta a aquello que nos dicen. Ser conscientes de la modificación del mensaje que se produce al atravesar nuestros filtros mentales nos ayuda a ir poco a poco mitigando su efecto, para escuchar cada vez de forma más nítida y pura lo que está siendo dicho.

Los principales distractores de la escucha son:

-       Desatender mi cuerpo por hambre, sed, sueño, etc.

-       Desatender mi entorno físico por frío, calor, ruido, mal olor, humo, etc.

-       Engancharme en distracciones externas como televisión, radio, móvil, etc.

-       Engancharme en mis narraciones mentales y pensamientos erráticos.

-       Simultanear la escucha con otros pensamientos no relacionados con ella.

-       La interferencia de mis propias emociones al procesar lo que escucho.

-       Resistencias o prejuicios sobre el tema o la persona que está hablando.

En definitiva nuestro gran aliado para escuchar es el silencio: interior, el de la mente, y exterior, el de nuestra boca.

Por: DAVID HERVÁS SANZ